La profecía del fin del mundo en realidad no se relaciona con la destrucción del reino terrenal en su totalidad, es más una profecía de índole espiritual que afecta al mundo material y al planeta tierra en general. Dios opera a través del evangelio de Jesús para la salvación de los seres humanos. De nada sirve si se destruye este mundo y las personas nada hicieron por tratar de salvar su alma. Hasta llegado el establecimiento del reino de Dios en la tierra. La mayor parte de las verdades eternas no se encuentran escritas ni en el antiguo, como en el nuevo testamento. Tan solo fueron reveladas por el espíritu de la verdad eterna. Del cual esperan aún mucho más de lo que ya ha dicho.
Todos los esfuerzos deben de centrarse en el mensaje de la salvación eterna, en lugar de concentrar los esfuerzos en los textos proféticos del fin del mundo que tan solo hablan de un gran genocidio humano por parte del diablo dios del antiguo testamento. Se trata de la purificación del santuario más sagrado del Espíritu Santo como lo es el cuerpo de cada uno de los seres humanos, y no de su destrucción cruel y despiadada. La limpieza llegará a esta tierra, y tan solo morirán los que tienen que morir, los demás serán salvos.
La salvación abarca la acción redentora de Dios a través de Jesús, hasta la nueva creación que está relacionada al milenio. Entonces la salvación, el milenio y el fin del mundo son tres eventos que van juntos. Jesús es el salvador del mundo, no es su destructor.
Ser salvo es obtener la vida eterna, es nacer de nuevo y entrar al reino eterno de Dios. ¡La vida eterna está en Su Hijo! y el que tiene al Hijo vive en el tiempo presente. Debemos de nacer de nuevo, es decir, nacer del Espíritu, porque las personas están muertas espiritualmente antes de ser salvas.
Uno de los pasajes de las Escrituras más relevante es Juan 10: 27–30. que dice: “Mis ovejas (las que son salvas) oyen mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen. Y yo les doy vida eterna, y nunca perecerán (ni perderán su salvación), ni nadie los arrebatará de mi mano. Mi Padre que me los ha dado, es mayor que todos; y nadie puede arrebatárselas de la mano de mi Padre. Yo y mi Padre uno somos”. Esta es una imagen de Jesús sosteniendo a un verdadero cristiano en Sus manos. Entonces la Salvación está garantizada en y a través de Jesús, y de ninguna otra manera. Como por ejemplo el fin del mundo. Y si eres verdaderamente salvo, nunca perderás tu salvación, así sea destruido este mundo.
No puedes otra cosa para ser salvo excepto dejar de pecar. Esto no significa que nunca volverás a pecar, porque lo harás, simplemente debes de seguir adelante y tratar de nuevo de no pecar.
¿Cómo se arrepiente uno?
Comencemos admitiendo primero lo malo que es realmente pecar y luego nos arrepentimos de nuestros pecados.
Hagamos lo mejor que podamos, hagamos los mayores esfuerzos para no pecar más y esto nos llevará al verdadero arrepentimiento.
Después de hacer esto, busquemos tan solo las cosas de Dios, él enviará el Espíritu Santo de nuevo a nuestra vida.
El pecado y la salvación.
El pecado es todo aquello que Dios no quiere que hagamos para poder ser salvos. Es parte de la voluntad eterna de Dios el rescatarnos a través de Jesús en la figura del Cristo Salvador. El pecado nos expone como rebeldes que buscan eliminar a Dios de nuestras vidas. A pesar de que nosotros y nuestro mundo en un principio era la buena creación de Dios. En la cruz, Dios nos salva porque condena y rechaza nuestra rebelión y, por lo tanto, nos reclama como hijos suyos.
La creación de Dios en su conjunto espera su gran liberación. Por lo tanto, toda la creación debe ser incluida en la salvación porque de alguna manera toda la tierra está afectada por el pecado de los seres humanos: nuestro mundo en su totalidad anhela la redención de la maldición del pecado de la humanidad.
Revelación escrita por el espíritu de la verdad eterna Rubén Lòpez.