El cielo o los cielos no es la eternidad o la vida eterna de la cual habla Jesús de Nazaret.
Revelación escrita por el espìritu de la verdad eterna Rubèn Lòpez.
Soy cristiano primitivo original. Por lo tanto no soy ni católico, ni judío, ni islamista, como tampoco protestante.
Es para siempre. Nunca termina, nunca comenzó. Siempre lo es, siempre fue y siempre será.
La eternidad no es una línea de tiempo. Por tanto no puede tener principio ni fin. Es más bien un continuo sin fines ni comienzos: es eterno.
De igual manera que no podemos entender correctamente "la nada" o el "vacío". Porque no hemos observado la nada total, ni podemos comprender adecuadamente la falta de nada en absoluto. Generalmente nos viene a la mente la negrura, pero en la nada, el negro tampoco existiría.
El cerebro humano no está equipado para pensar o comprender la eternidad en un sentido práctico, es básicamente imposible. Es demasiado abstracto. La mente humana está atrapada en el pasado-presente-futuro, el ser humano es incapaz de comprender a la eternidad.
Las creencias religiosas y filosóficas del mundo son de la mente, por lo tanto lo que es eterno no se puede explicar a través de las creencias religiosas o filosóficas.
El espíritu Eterno Inmortal, se encuentra en una existencia mortal finita: La de los seres humanos. Para seres tan temporales y fugaces como nosotros, ¿tiene algún significado el concepto de eternidad?
Si la eternidad existe, y en ella no hay principio ni fin, esta eternidad se encontraría fuera el universo creado, esto significa que lo que es eterno se encuentra en el presente, no en un pasado, ni en un futuro. Es una eternidad siempre presente. La eternidad no comienza cuando cada persona se muere, ni la eternidad queda en los cielos. Somos espíritus eternos siempre presentes.
Apocalipsis 21:9-26
Se acercó uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas con las últimas siete plagas. Me dijo: «Ven, que te voy a presentar a la novia, la esposa del Cordero». Me llevó en el Espíritu a una montaña grande y elevada, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios. Resplandecía con la gloria de Dios y su brillo era como el de una piedra preciosa, semejante a una piedra de jaspe transparente. Tenía una muralla grande y alta, y doce puertas custodiadas por doce ángeles en las que estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel. Tres puertas daban al este, tres al norte, tres al sur y tres al oeste. La muralla de la ciudad tenía doce cimientos en los que estaban los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
El ángel que hablaba conmigo llevaba una vara de oro para medir la ciudad, sus puertas y su muralla. La ciudad era cuadrada; medía lo mismo de largo que de ancho. El ángel midió la ciudad con la vara y midió doce mil estadios: su longitud, su anchura y su altura eran iguales. Midió también la muralla que tenía ciento cuarenta y cuatro codos, según las medidas humanas que el ángel empleaba. La muralla estaba hecha de jaspe y la ciudad era de oro puro, semejante a cristal pulido. Los cimientos de la muralla de la ciudad estaban decorados con toda clase de piedras preciosas: el primero con jaspe, el segundo con zafiro, el tercero con ágata, el cuarto con esmeralda, el quinto con ónice, el sexto con rubí, el séptimo con crisólito, el octavo con berilo, el noveno con topacio, el décimo con crisoprasa, el undécimo con jacinto y el duodécimo con amatista. Las doce puertas eran doce perlas y cada puerta estaba hecha de una sola perla. La calle principal de la ciudad era de oro puro, como cristal transparente.
No vi ningún templo en la ciudad, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo. La ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren, porque la gloria de Dios la ilumina y el Cordero es su lumbrera. Las naciones caminarán a la luz de la ciudad, y los reyes de la tierra le entregarán sus espléndidas riquezas. Sus puertas estarán abiertas todo el día, pues allí no habrá noche. Y llevarán a ella todas las riquezas y el honor de las naciones.
Hebreos 12:22-23
“Pero has venido al Monte Sion y a la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén celestial, a una innumerable compañía de ángeles, a la asamblea general y a la iglesia de los primogénitos que están registrados en el cielo, a Dios, el Juez de todos, para los espíritus de los hombres justos se hicieron perfectos”
Apocalipsis 7: 9-10
“Después de estas cosas miré, y he aquí, una gran multitud que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestido con túnicas blancas, con ramas de palma en sus manos. y clamando a gran voz, diciendo: '¡La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero!'”
Apocalipsis 7: 15-17
“Por eso están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo. Y el que está sentado en el trono morará entre ellos. No tendrán más hambre ni más sed; El sol no los tocará, ni ningún calor; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los conducirá a fuentes vivas de aguas. Y Dios limpiará toda lágrima de sus ojos”
Apocalipsis 11:19
“Entonces el templo de Dios se abrió en el cielo, y el arca de su pacto se vio en su templo. Y hubo relámpagos, ruidos, truenos, un terremoto y gran granizo”
Apocalipsis 19: 11-14
“Y vi el cielo abierto, y he aquí, un caballo blanco; el que lo montaba se llama Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y hace la guerra. Sus ojos son una llama de fuego, y sobre su cabeza hay muchas diademas, y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino El. Y está vestido de un manto empapado en sangre, y su nombre es: El Verbo de Dios. Y los ejércitos que están en los cielos, vestidos de lino fino, blanco y limpio, le seguían sobre caballos blancos”
1 Corintios 15
El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
El Espíritu de la verdad eterna Rubén Lòpez.